segunda-feira, 30 de maio de 2011

Comer - Bairros

ADROGUE ALMACEN SANTA RITA El secreto mejor guardado de Adrogué. No hay cartel que indique que allí, en ese antiguo almacén, funciona uno de los mejores restaurantes de la zona sur. No sólo por su excelente cocina de autor sino también por su original propuesta. Un clásico de la cocina española en la zona sur del conurbano, para dejarse sorprender. Acá no sabés qué vas a comer hasta que Billy Suárez, dueño del lugar y amo de la cocina, te lo lleva a la mesa. Con la estética de viejo almacén, luces tenues y música de piano o guitarra de fondo, el ambiente es cálido e íntimo. Tiene apenas una decena de mesas, casi siempre ocupadas, así que conviene ir con reserva. En lugar de carta, hay un menú fijo de 6 pasos ($110), con acento en los pescados y maricos, que Billy Suarez, dueño a cargo de los fuegos de Santa Rita, te trae a la mesa. Es, además, un sitio histórico: mantiene desde 1864 la fachada de ladrillo y perlas originales, como el mostrador de mármol de Carrara. (Av. Quintana 407 esq. de la Peña / T. 4294-0411) ALMAGRO ERMAK (Russo-Ucraniano) En este ruso-ucraniano de la calle Billinghurst se respira nostálgia, quizás producto de una bandera soviética con la imagen de Lenin. Visitarlo es una gran experiencia. Se puede comer desde el clásico borscht (sopa de remolacha y crema), varenyky (ravioles ucranianos), blinis, pelmeni (paquetitos de pasta rellenos), hasta la reconocida suprema a la Kiev, la especialidad de la casa. Se bebe cerveza y varios tipos de vodka, garantía de que los comensales van a salir ebrios bailando kalinka. Precio: entre 50 y 60 por persona. (Billinghurst 815, Almagro / T. 4862-0170) LAS VIOLETAS (confeitaria) Con 125 años de historia, esta confitería se mantiene fiel a su estilo. El dorado, el color champagne, las tonalidades en bordó y los espectaculares vitreaux ofrecen una composición de lugar que transportan a la época de esplendor del salón de té en la década del 50. La tradicional bandeja María Callas viene con una selección de productos de elaboración artesanal: tostados, fosforitos, masas finas frutales, porciones de Selva Negra, alfajores de maicena, chips de jamón y queso, arrolladitos de dulce de leche y budines repletos de frutas secas. Las tortas, especialidad de la casa, son puntillosas en sus decoraciones con rulos de chocolate, firuletes de crema chantilly, cerezas al marrasquino, frutillas fileteadas y merengue flambeado o triturado. http://www.lasvioletas.com/ (Avenida Rivadavia 3899, Almagro) BECCAR VILLA OCAMPO Ao ar livre - Bife de chorizo con ensalada de verdes en la antigua mansión de Victoria Ocampo hoy pertenece a la UNESCO. Además de actividades culturales, la casa tiene un restaurante. Los comensales pueden comer en una elegante galería con vista al parque, digna de un cuento de Scott Fitzgerald (o de todos los escritores del Grupo SUR que pasaron por esta casa legendaria). El plato más demando es el bife de chorizo con ensalada de verdes, gratin dauphinois y chimichurri. Muchos de los clientes son extranjeros. Menú de mediodía entre 40 y 80 pesos. Abre de jueves a domingo de 12.30 a 18hs. Conviene reservar. Viva Victoria: fue la quinta de fin de semana de la escritora Ocampo y ahora se abre, democrática, a los visitantes que exprimen las increíbles vistas sobre las Barrancas de San Isidro. La casona-museo recibió a Walter Gropius, Aldous Huxley, Le Corbusier, Albert Camus y muchísimos otros en los primeros cuarenta años de un siglo XX donde Buenos Aires se proponía como un faro cultural en el fin del mundo. Ahora, la Villa abre las salas con los recuerdos de una oligarquía palaciega, multiplica el dibujito de los anteojos oscuros de Victoria como ícono de época y la cafetería sirve el brunch: por $60, tarta dulce, tarta salada, sándwich, muffin, degustación de tortas y bebida, para ver pasar los fantasmas de los que se hospedaron aquí, los monstruos sagrados de paso por el Sur. (Elortondo 1837, Béccar / T. 15 5 048-7534 ) BERNAL GUADALUPE Guadalupe Gomez se bajó de sus viajes y de los circuitos gastronómicos, se mudó a su barrio y a un par de cuadras de su casa abrió su propio restaurante. Y le puso su nombre. Ella recibe a la gente, cocina, saluda a amigos, se encarga de las compras, arma los menús y escribe las sugerencias en una gran pizarra. El lugar tiene una docena de mesas, ventanas a la calle, cocina a la vista y un patio trasero. ¿La cocina? Desde calamarettis fritos hasta pulpo a la gallega con papas, pasando por una muy buena tortilla de papas con chorizo colorado. Desde calamarettis fritos hasta pulpo a la gallega. Todo pasa por sus manos o el poder de su mirada. (9 de Julio 418, Bernal / T. 4251-2977) BOEDO PAN Y ARTE Mezcla rara de bodegón, centro cultural y restaurante de comidas regionales, en este local te encontrás con figurines del teatro porteño, congregados en sus mesas por el teatro de la planta alta. Todos buscan su buena cocina a precios razonables. Desde platos típicos de la mesa cuyana como empanadas, carne a la masa y humita en chala, hasta especialidades como la tarta de corazones de alcaucil. El dato: el Malbec de la casa suele ser un fuera de serie tapado en marca blanca que, por su precio, conviene pedirlo. (Boedo 878 / T. 4957-6702) PAN Y TEATRO Milanesa a la cipolla en Fuera de los tradicionales circuitos gastronómicos se encuentra esta antigua verdulería devenida en restaurante. La familia Marín, de origen mendocino está a cargo del mismo y se ha dedicado a explotar las vetas de la cocina cuyana con rasgos italianos. Su vereda es uno de los secretos mejor guardados de la ciudad. Una enorme bignonia, feraz, abraza toda la esquina y cae sobre la vereda, al punto que sus ramas han creado divisiones entre las que se intercalan las mesas munidas de sendas velitas. En síntesis, comer arrobado por esa generosa planta es una experiencia imperdible. La milanesa a la cipolla, enorme con un portaviones, es la nave insignia de la casa ($50). (Las Casas 4095, Boedo / T. 4922-0055) BOTANICO MUSEO EVITA El patio en damero de la antigua casa de la familia Carabassa es una inmejorable opción para comer cuando el tiempo es benévolo. Las sombrillas y las sillas de hierro reciben a un público cansino y algunos habitúes suelen concurrir acompañados de sus mascotas (es pet friendly). La especialidad de la casa son las crêpes dulces y saladas preparadas a la vista. Entre ellas se destaca la de chorizo, carne picada, tomate y especias (¡un chori-crêpe!). Cuesta 30 pesos. También hay una muy rica de mousse de banana y dulce de leche ($20). (Juan María Gutiérrez 3926, Botánico / T. 4800- 1599) CABALLITO EL GRECO (confeitaria) Hoy convertida en un clon de tantos otros pizza-café, la confitería más tradicional de Caballito continúa ofreciendo sus tortas de siempre como la babaroisse de almendras y frutillas, y el soufflé de limón y ricota. Las masas ocupan el centro del amplio local espejado con detalles de vidrios esmerilados y tapizados en tonos bordó imperiales. Abundan las masas finas frutales con rulos de crema chantilly. Tienen productos ya envasados: pan dulce, bombones con ositos de regalo y alfajores. Las especialidades saladas del servicio de lunch y cocktail no se dejan opacar: irresistibles los abundantes canapés de palmitos y salsa golf y los de salmón ahumado y camarones. ¿El toque de modernidad? Tiene wi-fi. http://www.elgreco.com.ar/ (Avenida Rivadavia 5353, Caballito) CHACARITA ALBAMONTE Para comer como un buen porteño. Las milanesas, los guisos y demás platos típicos de la gastronomía porteña están de moda y los bodegones han recobrado popularidad. Situado en Chacarita, ofrece desde hace más de 50 años platos italo porteños en un ambiente rústico, con clima de familia numerosa y atención de mozos experimentados. Lo destacable de Albamonte es su buena relación precio-calidad-cantidad y una inquebrantable regularidad: se come bien siempre. Si bien no es una pizzería, la pizza casera cocinada en horno a leña es una de las especialidades de la casa. Los habitué la piden como entrada, antes de elegir alguno de los cientos de platos que figuran en la carta. Se destacan los mostacholes a la putanesca o los spaghetti scarparo, muy abundantes, servidos en grandes platos de aluminio. Además, pescados frescos del día y platos tradicionales como sesos a la romana, escalopes de lomo al marsala y zapallitos rellenos de parmesano. Entre los postres, el más pedido es el merengue con crema chantilly o dulce de leche. Un lugar para comer mucho y bien, y mantener vivos los platos que los porteños siguen eligiendo generación tras generación. (Av. Corrientes 6735, Chacarita / T. 4553-2400) LA SIESTA En el triángulo que forman los barrios de Chacarita, Villa Ortúzar y Agronomía, es difícil encontrar un restaurante que salga de la parrilla y la pasta. La Siesta es una rara excepción: hippie chic en su concepción, cocina casera algo tosca pero realmente sabrosa. Pedí los rollitos de ricota: vienen rellenos de la más fresca ricota y grandes trozos de nuez. El punto débil es la atención lenta, pero si vas en plan distendido y con ganas de pasarla bien, el restaurante ofrece más de lo que te pide en la cuenta. (Av. Elcano 3902 / T. 4555-6318) SANTA MARIA Si te bajaste del subte B en Lacroze seguro que viste el local que ocupa desde 1947 la esquina de Corrientes y Olleros. Allí, la nave insignia de sus empanadas es la “Santa María”: tiene el tamaño de lo que llaman tarta en esos quioscos ¡y te sale la mitad! Viene con jamón, queso, tomate, aceitunas y un huevo duro casi entero parado en el medio. Hay que agarrarla con las dos manos y tener cuidado que es jugosa. Es un buen lugar para hacerse el antropólogo urbano: en sus banquetas se encuentran los más diversos especimenes de seres humanos. Choclo y roquefort son otras opciones posibles para atacar mientras uno ve pasar a la gente en fast forward por la avenida. Precio: $3,10. La Santa María: $4. Corrientes 6801, Chacarita / T. 4553 2763 LE BLE (boulangerie) De inspiración francesa, en esta boulangerie los croissant tienen la consistencia hojaldrada perfecta ($3,50). Podés comprarlos para llevar o elegir una mesa y probarlos con un buen tazón de café con leche, para una experiencia completa. La elaboración a la vista es el plus. El dato: a partir de la 19 hay happy hour de panadería y se vende lo que hay a mitad de precio. (Av. Alvarez Thomas 899, Chacarita / T. 4554-5350) COLEGIALES LE BLE (brunch) Un paraíso en la Tierra para el que tuvo la desgracia de nacer farináceo. Con panadería a la vista, la promesa de boulangerie-patisserie se multiplica en las mil y una formas de la tentación calórica, con pan de campo blanco, de nuez, de sésamo y de salvado, baguetines, muffins salados, gloriosos conitos de coco y la perdición para el goloso: pain au chocolat. Cierta desprolijidad “europea” recrea la informalidad del bistró, con mucha madera, los diarios tirados por las mesas, el despacho de productos y los supertazones de loza, que sirven casi medio litro de café con leche y se hacen acompañar por trufitas de chocolate. Para el remolón, el brunch incluye un canastón con muestrario de delicias y la cocina no escatima horarios: abierta todo el día, una inyección de energías para aquel que viene de resaca y, en síndrome de abstinencia, le debe al cuerpo una buena dosis de harina. (Álvarez Thomas 899, Colegiales / T. 4554-5350) CONGRESO LA AMERICANA (empanadas) No te desubiques y pidas de capresse que no es el lugar. Abrieron en 1935 y tienen que mantener la reputación de ser “La reina de las Empanadas” (algo que se encargan de remarcar en sus paredes). Las opciones son clásicas y cuesta elegir una favorita entre salteñas con picante, criolla, queso y cebolla, y pollo. Hay que tener el ojo muy entrenado y prestarle atención al mozo cuando te dice de qué es cada una: los repulgues son muy parecidos. Aunque los viejos habitués digan que todo tiempo pasado fue mejor, son una opción inevitable. Lo mejor: llegan a la mesa más rápido que el brasileño Kaká al área. Ojo, sólo aceptan efectivo. Precio: $3,50. Av. Callao 83, Congreso / T. 4371-0202 BI-WON (coreano) Un discreto pescado de madera que pende sobre la puerta es la única referencia que lo identifica. Cuando uno ingresa, se encuentra con una ex confitería retro que no se condice con la impronta oriental de la cocina. Sin embargo, a poco de sentarse, el muy criollo Domingo ofrece especialidades coreanas como el bul gogui, unas lonchas de carne condimentadas que se cocinan sobre un pintoresco hornillo que traen a la mesa (como si fuera una pierrade). Esta preparación es la más pedida y se acompaña con una guarnición de diez platitos. Eso sí, lidiar con los palitos coreanos requiere pericia: son metálicos y parecen agujas de crochet. El yache twiguim es una versión local del tempura, una generosa fuente cubierta de verduras rebozadas en una fina fritura, muy recomendable para compartir. También podés pedir unos calamares salteados con verduras o una cazuela de kimchi, repollo pungente mezclado con carne de cerdo, queso de soja y otros condimentos. No sirven postre aunque traen unos refrescantes gajos de mandarina. La comida coreana es deliciosa, pero generosa en picante y ajo, así que si luego tenés una cita, te aconsejamos llevar un frasquito de Listerine. Precio: 50 / 60 pesos por cabeza. (Junín 548, Congreso / T. 4372-1146 / Lunes a viernes mediodía y noche. Sábados sólo por la noche; hay que llegar temprano porque la cocina cierra a las 22) CONSTITUICION ARAMBURU Otro de los pioneros, con un trabajo diario esforzado, Gonzalo Aramburu fue ganando clientes y reconocimiento, recibiendo a cada comensal personalmente en un ambiente cálido que resume el carácter y la carrera del cocinero y creando siempre propuestas nuevas con el mismo espíritu innovador. De culto, sin esnobismos ni exclusividades. (Salta 1050, Constitución / T. 4305-0439) LA FIESTA (Dominicana) Queda en Constitución y, si bien resulta interesante, lo recomendamos para aquellos que quieren jugar a ser el Hombre Camel. Se trata de un salón con mesas y sillas chuecas y una rocola donde suena música caribeña a todo volumen. Los platos que preparan son muy sencillos, como el pica-pollo (pollo frito con plátano), el Moro, una especie de arroz ligado con porotos y la Bandera, el plato dominicano por excelencia (habichuelas, carne salteada, ensalada verde y arroz). Todo acompañado con cerveza. Se puede comer por unos 25 / 30 pesos. (Virrey Ceballos 654, Constitución / T. 4381-3037) LA LUCILA L’ATELIER Si los bistrós tienen su raíz en la cultura francesa no podía quedar afuera L´Atelier, uno de los mohicanos que resiste en la zona norte, siempre difícil para este tipo de propuestas. Gran cocina, una atención personalizada y un ambiente cálido y cuidado para una cena perfecta. No faltan clásicos como la soup a l’ognion entre las entradas, el magret de canard entre los principales y, de postre, el nougat glace maison. Uno de los que hay que visitar primero para entender de qué se trata esto de ser un bistró. (Av. del Libertador 3836 / T. 4005-5244) RAWSON Bistró de barrio que ofrece platos tan sofisticados como los que se sirven en los grandes polos gastronómicos. La carta va de los pescados a las carnes rojas, pero la especialidad de la casa son las pastas rellenas: hay sorrentinos de salmón rosado y ravioles de jabalí ahumado, de cordero, de lomo a las tres pimientas, de ciervo, de langostinos y hasta de hilos de limón. La carta de vinos es completa, con bodegas nacionales y boutique, más una selección de vinos franceses realizada por el reconocido enólogo Michel Rolland. Entre los postres se destacan el tiramisú y el crumble de manzana. La atención es solícita y el salón, de paredes bordó y amplios ventanales, agradable. (Rawson 3508, La Lucila / T. 4799-7035) LA IMPRETA FELICIDAD (brunch) En estricta versión animalista (apenas, madera terciada), la cabeza de ciervo se cuelga como trofeo en la pared y marca el tono general del lugar: lúdico y acaso autoparódico, con los platitos de postre abrochados a los muros y los individuales de papel con estampado pie de pull, casi un catálogo del espíritu infanto-chic que se impuso en la decoración internacional de la última época. Frente a La Stampa, el último bastión de La Imprenta que se resiste a la torre con amenities, Felicidad abunda en florcitas y firuletes, con un brunch únicamente dominguero (bruschetas de salmón, quesadillas, sándwich de pollo grillado, a $155) y un espíritu Wallpaper: en colorcitos, las letras que forman la palabra “L-O-V-E” cuelgan sobre la mesa, en la puerta del baño un bigotón señala que detrás se esconde el mingitorio (para ellas, pestañas rizadas) y, con la taza floreadísima en la que sirven el café con leche, uno se siente bienvenido en el país jardín de infantes. (Migueletes 887, La Imprenta / T. 4773-9346) LAS CANITAS MORRINA (Galego) Además de excelentes mariscos, Galicia ostenta una de las mejores carnes de ternera: la raza rubia. Su cocina se caracteriza por el respeto a la materia prima; los ingredientes son muy específicos y la condimentación, mínima. Por ejemplo, el pulpo y la merluza se realzan con algún pimiento y aceite de oliva. Lo mismo ocurre con la caldeirada, un guiso que tradicionalmente solían preparar pescadores y que ahora encontró su lugar en la alta cocina. En la caldeirada se usan pescados de carne firme (abadejo, congrio, besugo, salmón) para que no se deshagan durante la cocción, se pochan en un caldo y se condimentan simplemente con salsa de pimentón, aceite de oliva y ajo. Un plato típico es el pulpo a la gallega, que se elabora con pulpo cocido entero (en Galicia se lo llama pulpo a feira, ya que es infaltable en las ferias y fiestas). Pero el plato nacional de Galicia es el lacón con grelos. El lacón es la pata delantera del cerdo, curada, de sabor dulzón, y se cocina con una verdura amarga llamada grelos, característica de la región. El restaurante de Manuel Corral Vide sigue siendo el principal referente de la cocina gallega en la Argentina. En su nueva casa (a la que se mudó en diciembre último), sigue preparando cazuela de conejo, parrilladas de pescado, sardinas a la plancha y caldeirada ($58, para dos). Otros puntos fuertes son el pulpo y la lamprea, un pez de carne delicada que se cocina en su propia sangre. Igual de tierno es el pulpo ($150). “Le damos un punto especial”, dice el chef, “y la gente entiende que es distinto al que se come en cualquier otro lugar” Morriña significa “nostalgia de la tierra” en gallego, y es justamente lo que inspiran los platos que prepara el chef y dueño de este restaurante, Manuel Corral Vide. Es el principal referente de la cocina gallega en la ciudad, y su pulpo a feira, el mejor embajador: fresco y tierno, se cocina entero y se sirve con papas al natural, pimentón y un hilo de oliva ($95). También prepara pulpo a plancha, cazuela de pulpo, ensalada de pulpo sobre espinacas y pulpo al modo Manuel, salteado al con ajo, aceite de oliva y pimentón. Imperdible la empanada gallega ($14), como entrada. Las torrijas ($19) y la tarta de Santiago ($35), como postre. (Olleros 1879, Las Cañitas / T. 4776-8498) LIMA MIA (nikkey) El boom de la cocina peruana tendrá un nuevo representante en Las Cañitas: Lima Mía. En Báez 211 (ex Beat House), sus propietarios son Daniel Said y Pablo Sartori, los mismos del exitoso restaurante mexicano Lupita, que está ubicado exactamente al lado. Lima Mía está pensado para ser un twist dentro de la culinaria andina. La propuesta es un piqueo para compartir, con platos clásicos, aunque el foco estará en la fusión: platos nikei y chifa, entre los que destacan el saltado de carne (con crema, para darle un toque francés), ceviches tropicales (con ananá) o los tiraditos clásicos a los que les sumarán miel de maracuyá, entre otras rarezas. El dato de color va por el lado de su doble decoración, en la que dominan el rojo, el turquesa y el blanco. En planta baja tendrá aspecto vintage, con mantelería de abuelas y canastas de mimbre para el pan; mientras que en planta alta tendrá una bola de espejos y una barra con vista a la calle. Prometen gran variedad de tragos de autor a base de pisco, de la mano de Gabriela Potochek. En total, 90 cubiertos. Solo abrirán por la noche. Costo estimado por persona: 120 / 150 pesos. (Báez 211) LINIERS MIRIAM (boliviano) Liniers es más que un centro neurálgico de transporte. Allí está establecida parte de la comunidad boliviana y entre sus aportes están los originales restaurantes. Este comedor es bastante precario pero dispuesto a recibir a aquellos que buscan algo distinto. Sillas metálicas y mesas con manteles de plástico pueblan el modesto y colorido local, donde permanentemente suena música del altiplano. Se pueden probar las famosas empanadas bolivianas, chicharrón, fricasé paceño (mote, chuño entero y carne de cerdo en ají picante), charque, laping (mote con cáscara y carne adobada con limón y papaya), y otros platos típicos. Miriam, oriunda de Cochabamba, está a cargo de la cocina. El menú trae fotos para ilustrar a los neófitos. Como bebida se puede tomar jugo de zanahoria, cerveza Paceña (no siempre hay), batido de bicervecina (cerveza negra con huevo) o una jarra con jugo de durazno con canela y clavo de olor. Vale la pena realizar una caminata por la calle vecina, José León Suárez, para chusmear en los puestos del mercado. Precio promedio: $20 por persona. (Ibarrola 7184, Liniers / Todos los días de 9 a 23) LOMAS DE ZAMORA LA TABERNA Cocina italiana de primera, pocas mesas y ambiente familiar. Así se define este bistró de la zona sur, favorito por sus deliciosas pastas caseras de trigo candeal, que se preparan en la cocina bajo la dirección del chef Alejo Waissman (junto a sus hermanos, dirige Sotovocce, Fervor y L´Abeille). Las porciones son abundantes, para compartir. De postre, el volcán de chocolate, crocante por fuera, caliente y espeso por dentro, es la mejor elección. Si no querés esperar mirando como comen los demás, vení con reserva. (Ramón Falcón 146 / T. 4292-5187) MARTINEZ HUNGARIA (hungaro) La comunidad húngara acostumbra reunirse en un club tradicional en Martínez (en el límite con La Lucila). El restaurant está en un salón con aire centroeuropeo. No hay violines gitanos pero es lo más parecido a estar en Budapest. Omar, que nada tiene de magyar (no sabe por qué, pero siendo entrerriano le dicen “el santiagueño”), está a cargo de la cocina del Hungaria. Entre otras cosas, prepara figasas (tortas fritas húngaras) y gulash (de cerdo o mondongo), pollo a la húngara (una presa de pollo estofada acompañada de los clásicos ñoquis), repollo relleno (de carne de vaca, cerdo, panceta y chucrut), chucrut a la Transilvania, etc. De postre, el clásico dobos o el lujurioso rigos (una torta de chocolate de varias capas). La cocina es sencilla, fresca y rica. Como corresponde a un club húngaro, los sábados por la tarde se reúnen los esgrimistas en una sala a practicar su arte. El restaurante está abierto al público y tiene precios muy accesibles. 40 / 45 pesos por persona. Eso sí, una botella del codiciado Tokay Aszu cuesta unos $300. (Pasaje Juncal 4250, Martínez / T 4799-8437. Martes a sábado por la noche, y sábado y domingo al mediodía) TIPULA Hernán Gipponi abrió su casa en Martínez dos años atrás y no tardó en juntar adeptos a sus platos creativos de inspiración española. Hornos a la vista, jardín, menú degustación en pasos y una cocina que nunca defrauda.Pesca del día con salsa de jamón serrano, guisantes y berberechos “Es un plato sin misterios”, dice Hernán Gipponi, como si hablara de una ensalada mixta. Y en realidad no hace falta ninguna ciencia para preparar la pesca del día con salsa de jamón serrano, arvejas y berberechos que sirven en Tipula. Lo que hace falta es, ante todo, buenos productos, como los que consigue el dueño de este bistró de Martínez. La pesca puede ser mero, salmón blanco, merluza o besugo. La salsa la prepara clarificando verduras con jamón serrano de Teruel y luego agregando los berberechos frescos que sueltan su jugo, y las arvejas (“guisantes”, les dice Gipponi, como si aún estuviera trabajando en España). Se completa con polvo de jamón deshidratado (Teruel, obvio). El resultado es un plato que combina la frescura del pescado con una salsa de sabor potente y concentrado. Espectacular. Precio: 68 pesos.Este restaurante de Martínez lleva tres años sirviendo lo que mejorhace su chef y propietario Hernán Gipponi, formado aquí con ellegendario Gato Dumas y con Berasategui en España: un cruce entre laculinaria española y criolla, con base a arroces, pescados y mariscos.Son famosos su entrada de jamón ibérico, los txipirones (cuando están)y el arroz vialone nano con mollejas y portobello. Si vas por primeravez, es bueno conocer a Gippone pidiendo el menú degustación de 7pasos. Las mesas en el jardín, son una delicia. La calidad de losingredientes, notable. Capacidad: 42 cubiertos. Pesca del día con salsa de jamón serrano, guisantes y berberechos “Es un plato sin misterios”, dice Hernán Gipponi, como si hablara de una ensalada mixta. Y en realidad no hace falta ninguna ciencia para preparar la pesca del día con salsa de jamón serrano, arvejas y berberechos que sirven en Tipula. Lo que hace falta es, ante todo, buenos productos, como los que consigue el dueño de este bistró de Martínez. La pesca puede ser mero, salmón blanco, merluza o besugo. La salsa la prepara clarificando verduras con jamón serrano de Teruel y luego agregando los berberechos frescos que sueltan su jugo, y las arvejas (“guisantes”, les dice Gipponi, como si aún estuviera trabajando en España). Se completa con polvo de jamón deshidratado (Teruel, obvio). El resultado es un plato que combina la frescura del pescado con una salsa de sabor potente y concentrado. Espectacular. Precio: 68 pesos. (Vicente López 76, Martínez / T. 4793-7185) NUNEZ DIVINO NUÑEZ Este pequeño local autodenominado “bistró de barrio” contrasta con los restaurantes tradicionales y parrillas a los que están acostumbrados los vecinos. Ofrece un ambiente cálido, cuidado en los detalles, con buena atención y precios competitivos. En el menú hay platos de cocina gourmet, que van de la terrina de conejo confitado a los tortelonis de espinaca con manteca de nuez. ¿Un postre? Mousse de maracuyá con mermelada de frutos rojos. Tipo Palermo, pero en Nuñez. (Manuela Pedraza 1802 / T. 3979-0443) PARQUE CHACABUCO URONDO BAR El chef Javier Urondo propone una cocina creativa que encuadra a la perfección con la estética de viejo almacén que tiene el local, ubicado en una linda esquina de Parque Chacabuco. Pocos platos, pero elaborados con esmero y buenos ingredientes: el grávlax de salmón con cítricos o el bife americano con verduras grilladas son sus clásicos. Más allá de la comida, el restaurante Urondo es famoso por su carta de vinos organizada por estilos, creación del sommelier Sebastián Konkourat –socio de Javier-. Durante la semana es cada vez más frecuentado por gente de buen poder adquisitivo que está harta de ser esquilmada en los polos gastronómicos de moda. Capacidad: 40 cubiertos. Por ser el único sitio gourmet en Parque Chacabuco, por la cocina a la vista y completamente de elaboración propia, y por la ambientación entre hogareña y hippie chic, Urondo es un restó que sobresale del promedio porteño. Si vas de a tres o cuatro, el copetín Urondo es la mejor entrada posible. Como principal, el bife americano con zucchinis, berenjenas y puré de ajos sale diez puntos. La carta de vinos es uno de sus fuertes: las etiquetas están bien elegidas y ordenadas por estilos, para el bebedor de vinos. Probamos estos bombones hace algunos meses y si bien por lástima ya no los hacen, nos aseguran que en cualquier momento vuelven a la carta. Se trata de una receta que el chef, Javier Urondo, preparaba con su abuelo cuando era chico, en cubeteras de aluminio, siguiendo las instrucciones de una caja de la avena más famosa, y que, ya de grande, reversionó con su estilo. Hoy la receta indica mezcla de avena, almendras molidas, manteca y el mejor chocolate de Fénix. Cuatro ingredientes para que, apenas lo muerdas, se abalancen a tu lengua las memorias de todos los sabores de tu infancia. Simples e imborrables. (Beauchef 1204, Parque Chacabuco / T. 4922-9671 RETIRO DOS ESCUDOS (confeitaria) Famosa por sus vigilantes y sándwiches de miga, en esta tradicional confitería también conseguís la medialuna de grasa perfecta: dulce en la superficie, con un dejo saladito en el interior, dorada en su punto justo y de buen tamaño ($2). Podés comprar para llevar o pasar por el local de al lado, donde funciona desde hace poco Dos Escudos Café, para acompañar las medialunas con un cafecito. (Juncal 905 esq. Suipacha, Retiro / T. 4327-0135) LOS CHILENAS (chileno) Supo tener tiempos mejores, pero Los Chilenos hace más de cuatro décadas que recibe a su clientela. Gonzalo Bustamante, a cargo del restaurant y oriundo de Valdivia, cuenta que en los últimos años ha aumentado la demanda de pescados y mariscos. A pesar del bajón de turistas, se defienden con la gente del barrio y los profesionales que almuerzan durante los días de semana. Los mozos son “old fashioned”, de la vieja guardia, al igual que el local: una cantina sencilla decorada con posters de distintos puntos turísticos de Chile. El congrio con ajo y oliva, locos “al pil-pil”, soufflé de centollas patagónicas, chupe de locos o cholgas y caldillos de pescado son algunas de sus especialidades. También hay minutas y un rincón de vinos chilenos. Costo por persona: unos $60.-. (Suipacha 1024, Retiro / T. 4328-3123 / Lunes a sábado, mediodía y noche) SAN CRISTOBAL YUKI El sushi que habitualmente se nos ofrece en los restaurantes de los polos gastronómicos tiene poco y nada que ver con el sushi auténticamente japonés. Intenten pedir al señor Kaneto, propietario de Yuki, rolls con queso Philadelphia, y correrán el riesgo de que les incruste un palillo en ojo. Kaneto desprecia esos engendros y jamás servirá el sushi en puentecitos ni barquitos: sólo en bandejas tradicionales de laca. Yuki está escondido en una calle oscura del barrio de San Cristóbal y es el templo de la auténtica culinaria nipona. Se puede comer en la barra, en comedores privados o en tatamis (sentados en el piso y descalzos). Funciona desde 1966 y a esta altura los entendidos coinciden en que es el mejor restaurante de sushi de la ciudad: por la frescura y variedad de su materia prima y por las buenas artes del sushiman. Kaneto lo sabe y carga el prestigio en la cuenta (que se paga con gusto). También hay platos, que los mozos saben explicar con corrección. Sushi en YUKI - Hay muchos tipos de sushi en la Argentina. Modernos o tradicionales. Buenos y malos. Entre todos, debés ir al menos una vez a Yuki. Espacio japonés de escenografía despojada, con dueño sushiman que prepara sashimis, niguiris y algunos rolls, en base a –según disponibilidad salmón, atún rojo, lenguado, pulpo, langostinos, huevas de salmón, además de sopas y algunos platillos. A veces decepciona llegar y que no quede casi nada (tip: ir a las 20hs). El precio dependerá de qué se coma, pero la relación con la calidad es muy razonable. Una cena anda por los 120 pesos. (Pasco 740, Congreso / San Cristóbal T. 4942-7510) SAN ISIDRO O`FARRELL Palabra mayor.Para muchos este es el mejor restaurante de la Zona Norte. Comandado por Hubert O’Farrel y su mujer Pamela, pioneros de la cocina del nuevo mundo. Por sus precios, no es apto para empleados públicos ni docentes bonaerenses (cada principal cuesta entre 60 y 80 pesos). Acá todo es lindo, íntimo y refinado. Cocina moderna francesa en una carta estacional en la que se destaca el uso de fuego, leña y el ahumado. Entre los platos estrella, se encuentran las vieiras patagónicas con jamón de Parma, papas y tomaticán, además de las codornices preparadas en cocción lenta y acompañadas por polenta y bourguignonne. El menú de 6 pasos maridado con vinos ronda los 300 pesos por persona. Un lujo que vale la pena obsequiarse. Capacidad: 45 cubiertos (Av. del Libertador 15274, San Isidro. / T. 4742-4869) L`ATELIER Con inspiración francesa contemporánea, la pareja de chefs que forman Verónica Morello y Charly Forbes dirige este encantador restaurante con romanticismo parisino. La carta cambia con los productos de estación, aunque un menú clásico inluye centolla con manteca especiada y vinagreta de jengibre, también el confit de pato con papas lyonaise. Lo mejor es la ecuación entre calidad y precio: vas a gastar, con bebida, poco más de 100 por persona. De postre, la tradicional y exquisita creme brulé de vainilla. Las evidentes bondades del lugar hacen que sea imprescindible una reserva previa. En este bistró los chef suelen llevar los platos a la mesa y es común que se queden a charlar con los clientes. Capacidad: 30 cubiertos. (Av. del Libertador 3836, San Isidro / T. 4005-5244) SAAVEDRA RAICES Un restaurante para volver a probar los sabores de la infancia. Abrió en 2010 en un espacio con grandes ventanales y detalles retro, como latas de galletas con un ojo de buey y copas en forma de cala. Pedí como entrada la atípica lengua a la vinagreta (servida en torre con salsa de morrones grillados), y como principal, el carré de cerdo con batatas y peras. Los platos son para compartir, y la carta de vinos, acotada pero con etiquetas bien escogidas. La cocina a la vista es el plus. (Crisólogo Larralde 3995 / T. 4541-4927) VICENTE LOPEZ VICENTE LOPEZ (confeitaria) Las medialunas de grasa son la especialidad de esta confitería, aunque hay que probar también la verdadera torta vintage en forma de cono nevado con azúcar impalpable y una cereza al marrasquino como detalle de color. Adentro, es un bizcochuelo borracho con dulce de leche, nueces, crema, merengue, marrón glacé, duraznos y ananá. Las vitrinas de roble exponen cientos de modelos de cajas de bombones con osos de peluche incluidos. En el café de la esquina, hay muffins, mini tarteletas y combos de té abundantes para compartir. El estampado animal print de las camisas violetas de las vendedoras necesita un rediseño urgente. http://www.lavicentelopez.com.ar/ (Avenida Maipú 701/707, Vicente López) CASA ARISTOBULO Una meca de la comida casera, rica y natural para porteños y vecinos de la zona. De su pasado de almacén, aún conserva las persianas de enrollar, la heladera mostrador de madera, los pisos de mosaicos calcáreos y una salamandra que aporta calor de hogar al salón. Sobre los manteles de hule se sirven pizzas, salteados al wok, pescados traídos a diario del barrio chino y algunos clásicos, como los panzottis caseros de hongos. Podés elegir el vino a la carta o pedirle a Andrés Libedinsky, dueño y chef, que te sirva el pingüino con vino salteño. El dato: hay seguridad en la puerta. Costo por persona: 83 pesos. (Aristóbulo del Valle 1889, Florida / T. 4718-2884) VILLA ORTUZAR LA MEZZETTA Si hay que definir el concepto de “fast food porteño”, este es el lugar. Sólo ofrecen empanadas de carne y de jamón y queso. No hace falta nada más. Y que los vegetarianos pidan pizza o fainá que también son gloriosas. Empanadas de gran tamaño. La de jamón y queso está bien rellena, dejando poco espacio con aire. La de carne, jugosa y contundente, te obliga a secarte el juguito dedo por dedo después de comerla. Todo perfecto para entrarle de parado, acodado en la barra, mirando la tele o las paredes con objetos que están ahí desde 1957 (nada de cerebros marketineros que apuntan a lo retro). Para maridar, Quilmes y dos opciones de vino bien machazas: Toro y Vasco Viejo. Es eso, o moscato Crotta. Precio: $2,80. Alvarez Thomas 1311, Villa Ortuzar / T. 4554-7585. L’ EPI (boulangerie) En esta boulangerie, los panificados son de primerísima calidad: para su elaboración, Bruno y Olivier, los dueños del lugar, utilizan horno a leña y un proceso de fermentación natural sin agregado de levadura. Por eso sus croissants ($2,25) son nuestros favoritos: crocantes por fuera y húmedos por dentro, con la proporción justa de grasa y manteca. Imperdibles los croissant Aux Amande, con almendras y azúcar impalpable ($4). (Roseti 1769, Villa Ortúzar / T. 4552-6402) VILLA URQUIZA BILLINGHURST El chef Luciano Ratti (es Hotel Intercontinental y Hotel Emperador), abrió hace 4 meses este restó, donde está a sus anchas: te recibe, te acompaña a la mesa y hasta te recomienda qué plato comer. Su especialidad es la bondiola de cerdo en salsa BBQ con puré de batatas, y a la hora de los postres, el mousse de tequila y limón. Con pocas mesas (capacidad para 48 cubiertos), iluminación tenue, colores cálidos y decoración despojada, es un lugar relajado, para cenar con amigos o en pareja. (Mendoza 5486 / T. 4524-0224) OUTROS Felix, en Avellaneda Ubicado en el corazón de Avellaneda, conjuga buena cocina y atención amable con el espíritu de bodegón, que conserva desde los años 50, tiempos en los que alimentaba a los portuarios de la zona. La carta es amplia, pero su fuerte son los pescados: trucha, lenguado, atún rojo, bacalao noruego y merluza negra a la gallega. Imperdible la tortilla española de bienvenida. El salón, decorado con botellas de rincones remotos y platos de porcelana, cuenta con un sector con juegos para los chicos, que se llena los sábados y domingos. Costo promedio por persona: 120 pesos. (Freire 794, Avellaneda / T. 4228- 5874) Capitain Cook, en San Fernando Auténtica cocina del sudeste asiático frente al río. Con vista a la marina del norte, Marta Ramírez, dueña y chef, replica platos típicos de Laos, Filipinas, Tailandia, Camboya y Malasia hasta en el más mínimo detalle, con idénticos ingredientes, especias y métodos de cocción. Buenos el Kûng khara de langostinos caramelizados en salsa thai y el Laksa Ayam, un salteado típico malayo con fideos de arroz, pollo, nueces, leche de coco y verduras. Como broche, los helados caseros de coco, maracuyá y lemon grass. De día, la carta cambia por la cocina internacional. Costo promedio por persona: 130 pesos. (Marina del norte, Del Arca y Río Lujan, San Fernando / T. 4725-7760) Los Talas del Entrerriano, en José León Suárez Un sábado a la noche, en este galpón gigante, podés encontrar un centenar de comensales. Todos vienen a devorar los famosos lechones al asador que Oscar, el dueño, trae desde Cañuelas. El secreto de su éxito es la calidad de las carnes. El vacío y el matambre, dos especialidades de la casa, salen tiernísimos. Para acompañar, papas fritas y ensaladas frescas. Las porciones son para compartir, igual que las bebidas (las gaseosas son de 1 ½ litro). Ni el que llega en un Fiat Duna ni el que estaciona su BMW último modelo se queja por tener que llevar efectivo, único medio de pago. Costo promedio por persona: 80 pesos. (Avenida Juan Manuel de Rosas 1391, José León Suárez / T. 4729-8527) Jatetxea, en Temperley Después de convertir a Burzako en uno de los referentes de la cocina vasca en Buenos Aires, a comienzos del 2000, el chef Coco Egozcue se instaló en el Centro Vasco de Lomas de Zamora, en el corazón del barrio inglés de Temperley, y allí abrió Jatetxea. En un cómodo y amplio salón que da a la calle, ambientado al estilo taberna, ofrece una buena variedad de platos típicos, como las croketas de puerro con salsa ali oli, txipirones encebollados, paella y su clásico rabo de buey glaseado al vino Barbera. De postre, natilla con vainilla de Tailandia. Costo promedio por persona: 100 pesos. (Av. Manuel Fernández 130, Temperley / T. 3535- 2459)

Nenhum comentário:

Postar um comentário